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Cómo serán los nuevos días de ellas. Porque me cuesta imaginar todo el escenario. Toda la película. Toda la historia. Toda.


Tan solo puedo imaginar qué pudo haber sido aquello tan horrible qué les dijeron para en un acto bárbaro decidir cortar el pelo de otra mujer. Lo más sagrado. Eso que todas tenemos por lo más preciado. Y ancestralmente los hombres también. Y aún. Porque en el cabello está nuestra fuerza y nuestra protección. Eso dicen y yo les creo. Los indígenas aún lo llevan largo. Porque así es como debe ser para ellos. Es una energía. Son esas terminales energéticas que como en avatar nos conectan con otros. Con el mundo. Con nosotros.


Tan solo puedo imaginar cómo serán sus días. Sus noches. Sus momentos. Porque de algo sí estoy segura es que su vida tiene que ser muy diferente a la mía. Completamente. Aunque compartamos dolorosamente la misma realidad de los cambios de esta sociedad que cada vez nos exige más. Que cada vez nos conecta más de muchas formas pero nos desconecta de los nuestros. Tan radicalmente. Tanto.


Tan solo puedo imaginar qué pensaran ahora en su encierro. Porque al final es lo que han visto. Por todas partes. En sus casas. En sus barrios. En sus esquinas. En las tiendas. En los buses. En la ciudad. En los periódicos. En las novelas que siguen permitiendo tan absurdamente en nuestro país. Eso es lo que han visto y nosotros los adultos lo hemos permitido. Y ellos tan solo son unos niños. O sea, esto es lo que le estamos haciendo a nuestros jóvenes. Pero ahora ellos pagan el precio.


Tan solo puedo imaginar qué pensaran sus madres. Sus padres. Sus familiares. Su gente. ¿Cómo pudo ser? ¿Cómo? ¿En qué momento ocurrió? Y yo pensaría que fue en todos. En cada uno. En la falta de amor. En la desconexión. En la permisividad no sólo de ellos sino de todos nosotros en todo lo que nos rodea. En todo. En cervezas vendiendo más a través de supuestos estereotipos de mujeres y ahora de hombres que tienen que ser todo por fuera y casi nada por dentro. Eso lo hemos permitido y muchos lo consideran lo que hay que seguir.


Tan solo puedo imaginar sus días en casa. La música que escuchan y lo que suena siempre a su alrededor. ¿Qué escucharan para que siempre sus palabras sean gono…carechi… y otras más? Ya lo veíamos venir. Nuestros hijos están sometidos a una “in”cultura que les exige ser menos amorosos y más alzados a ser libres e independientes pero de la forma equivocada. Así no es. Lo que les dice todo lo que les ha rodeado no es. Pero ahí estuvo siempre. De muchas formas. Lo dice el reggeton. Ni sé cómo se escribe. Nada de él me suena a música y sus letras no me son familiares. Me es imposible escucharlas y tolerarlas. No me produce risa ver bailar a pequeños niños al ritmo de aquello que muchos parecen aguantar.


Tan solo puedo imaginar el dolor de miles de familias cada día sufriendo las inseguridades a la que están sometidos sin que nada de esto pueda parar. Porque ya está bien inmerso en nuestra sociedad y los unos viven de los otros. Y maravillosas zonas de nuestra ciudad ya son prostíbulos callejeros en donde nuestras mujeres se venden por un poco de droga o inclusive por el mismo dinero que comprara el pan de su casa. Y sus madres lo saben. Y lo permiten. Y hay pornografía por todas partes. Y el sexo domina una cultura que cada día se llena de más vacíos. Vacíos que ya nada parece llenar.


Tan solo puedo imaginar la rabia. La confusión. El odio. Y todo lo que estas jóvenes se acostumbraron a mantener en su espíritu para que ataquen tan violentamente a otras. Tan despiadadamente. Salvaje. Y no puedo más que pensar en las lágrimas que derramé aquel día que vi sin querer esos videos. Porque en ellos vi a la sociedad de hoy. Ellas fueron el medio.


Pero eso que hicieron ese par de jóvenes es lo que desafortunadamente estuvieron acostumbradas a ver. No hay justificación. Porque hay también buenos ejemplos. Pero cuando leo lo que hacen nuestros políticos, los líderes, aquellos que deberían ser el ejemplo para un pueblo, lo que hacen las instituciones, las poderosas…no me queda más remedio que sentir un dolor profundo por cada una de las víctimas. De todas y cada una de las víctimas de un país que sigue teniendo patrones de desarrollo obsoletos. De educación atrasada como cien años. De salud disfuncional. De necesidades básicas sin resolver…de desamor.


Tan solo puedo imaginar el caos. En sus vidas. Y nosotros acá afuera…como si la cosa no hubiera sido con nosotros. Y fue con todos. Es un llamado de atención que tenemos que escuchar. Nuestros jóvenes nos necesitan. Nos están llamando a gritos. Nos están implorando sacarlos de allí…y nuestra obligación es darles un mejor futuro. Lo único que tenemos que dejarles es buen ejemplo. Y no lo estamos siendo. No como colectivo. Y es nuestra obligación. 

 
 
 

Que ni sé cómo describirla. Pero no es buena. Es como un desasosiego que lo acompaña a uno el tiempo que estos seres políticos decidan permanecer en el poder. Nunca se sabe cuánto. Porque la cosa empezó en un tiempo y uno de ellos decidió que era muy poco y que era mejor el doble. Y ahora no sólo el doble sino que es mejor un poquito más y no existe relevo. De ningún tipo. Y me da como pena de nosotros y de nuestros jóvenes. Sólo nos oyen quejarnos y cuando llegan a ser mayores de edad están más perdidos que nosotros. Tienen que votar Y que no sea en blanco! Pero ¿y por quién?


Uno queda con una sensación de indignación porque no existe nada que nos permita tener la confianza que requiere un voto para dirigir un país que durante tantos años parece haber perdido el rumbo. Tantos…yo por lo menos no he conocido a mi país de la mano de ningún gobernante trabajando para avanzar sin que de por medio haya intrigas, guerra, corrupción, falsos positivos, caos, desastre…


Uno queda con la sensación de que al final siempre seremos engañados y que al final como no es solo quien nos esté liderando sino todo el conjunto…pues todo es más complejo. Porque es la sumatoria de seres políticos cada uno queriendo un poco para si. Un poco. O mucho. Y eso nos deja sin mucha opción. Y más ahora que a todos esos que nos dicen que por ellos sí, y que ellos sí harán…le agregamos quienes además ya nos quitaron tanto.


Uno queda con la sensación de que construir la paz es demasiado…porque como en todo, los débiles ponen más. Y ponen el dolor. Y los muertos. Y el desengaño. Y el hambre. Y la enfermedad. Y la tristeza…como hoy cuando leo cómo van las encuestas y cómo va al final mi país. Y no veo que haya mucho de dónde escoger. Es que no hay. Es que no veo. Es que no lo tengo claro. Y eso que ya soy mayorcita y entiendo un poco más sobre todo esto…cómo serán nuestros jóvenes…


Uno queda con una sensación de vacío. Absoluto. Como si no hubiera un futuro. Y por el contrario mucha desesperanza. Mucha especulación. Muchas predicciones. Porque nos auguran un futuro que como en Venezuela no llevo a ese hermoso país a ninguna parte. Y da lástima perder tanta belleza de cuenta de unos cuantos. Da lástima por la cantidad de buenos seres y de buenas empresas que hoy luchan en contra de todo. De la corrupción. De la economía. De las condiciones sociales. Por tratar de mejorar y esto como que nada.


Uno queda con la sensación de que pasarán muchos años. Y que cincuenta ya ni son suficientes. Y que por más que votemos por el uno o por el otro esto parece no tener vuelta atrás. Y serán necesarias nuevas lecciones para que podamos madurar como país y dejar de cometer los errores que ya muchos otros cometieron. Pero que nosotros aún no. como repetir la historia una y otra vez.


Uno queda con la sensación de ignorancia en su piel. Porque yo trato de leer sobre las propuestas de algunos y nada me da la claridad necesaria para pararme absolutamente convencida en aquella urna de estar haciendo lo correcto. Y menos ahora que parece una necesidad inminente hacer lo que sea necesario para votar por quienes no nos lleven a peores desastres. A nuevas guerras. A un país más dividido. Más adolorido. Más…


Uno queda con la sensación de maltrato. Porque nada cambia. O al menos mejora un poco. Porque siempre más bien empeora. Y es absurdo sabiendo no sólo la belleza sino riqueza tanto cultural como natural de nuestro país. Tenemos de todo. Como en botica. Pero no nos basta y peor aún se lo están entregando a los que ya sí saben el verdadero valor de las tierras, de los minerales y principalmente del agua. Bendito recurso que lo es todo.


Uno queda con la sensación de estar perdido en un laberinto en donde todo puede pasar…todo.

 
 
 
Martha Llano 2025®
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