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Cuán lejos estaba yo de siquiera imaginarlo. No lo sería. Ese día no. Y muchos otros tampoco. Ni siquiera éste. No he empezado aún a escribir y ya mi corazón late como aquel día. Como ese instante en que sentí que mi vida había cambiado. Y aún no comprendía cuánto. Ni de qué forma.  Cierro los ojos y aún los veo en ese balcón de un aeropuerto que hoy aún lo es y que cuando paso por esas calles siento muchas veces que por allí está él caminando aún. Mi garganta siempre es nudo en este día. Lo he olvidado algunas veces. Pero hoy es un día que nos marcó para siempre. Es indiscutible. No se puede evitar ni esconder. Cuando alguien viaja a donde sea que vayamos cuando dejamos este cuerpo atrás, no debería ser tan agitadamente. Tan aparatosamente, tan fuerte, tan sin sentido, tan absurdamente...solo deseo padre que tu viaje a las estrellas halla sido suave y delicioso. Porque aquí ese día quedó un maremagnum de emociones...


Pudo ser un día común, pero no lo fue. Porque mientras esperábamos pacientemente ese día porque ya pronto estaríamos juntos en una playa, en un río, o por ahí tirados en una carpa o en donde fuera, pero juntos, la vida nos tenía algo más preparado. Te ví. Solo Juan sabe que te vi. Pasaste a despedirte y desde entonces te veo, te siento, te huelo, te abrazo, te amo, te añoro. Me ha costado. Pa´que... Solo quien me conoce realmente sabe cuánto. Hay veces me observo y me pregunto si ese día me gasté todo el Litio de mi vida. Y mi respuesta es si. Ese día no supe cómo manejar aquello. ¿Cómo hacerlo? Era el amor de nuestras vidas. Era un poeta, un soñador, un músico, un gran padre, el mejor, un esposo, un hijo. En todo era bueno y nos puso unas metas gigantes que hay veces dudo de si las alcanzamos, si te hemos dado la talla. Porque eras gigante. En todo. Eras nuestra vida y un día como hoy hace 40 años fuiste a algún lado sin nosotros y no regresaste. Te busqué. Te buscamos. Cada uno a nuestra manera. Yo me perdí mil veces. Te encontré algunas. Y en las que te encontré, me quedé para siempre. 


Cuán lejos estaba yo de imaginar que aquel día sería el último de poder verte cómo me habían enseñado. Tuve que aprender a verte de otras formas que esta cultura no nos enseña y eso sí que es un reto. El más. Porque tuve que buscarte en unos tiples que no sonaban sin ti, en una guitarra a la que ahora al lado de mi cama eventualmente una cuerda le suena y yo sé que eres tú, aunque el mundo diga que es el viento. Te he visto aquí y allá. Te busqué en ríos claros y en playas con palmeras en donde te vi escribir como lo hago yo hoy. Me dejaste el mejor legado. Me llevé las partes de ti que más disfruto. Sé que me las dejaste para tal vez salvarme. Porque esta vida es un misterio al que solo le encontramos sentido por momentos. La cotidianidad nos sumerge en lo que no es realmente y hallarle el sentido a estas vueltas en esta nave espacial es hay veces como complicadito. Pero ahí es entonces cuando apelo a lo que soy, a lo que me hiciste ser, a la fortaleza de saber que tuve un padre ejemplar, como ninguno, y por supuesto una madre.  Casi nunca hablo de ella, y ella hoy lo es todo. Es nuestro soporte y nosotros el de ella. La dejaste un poquitico golpeada. No quiero ni imaginar si yo solo siendo la hija he tenido que vivir lo que he vivido,  lo que ha podido sentir y vivir ella. El tiempo es perfecto y hoy tal vez lo olvide. Pero su vida nunca fue la misma sin ti. Fue otra. Es otra. Pero te le llevaste algo contigo que nunca regresó. Yo lo vi. Juan lo vio. Y hoy mi hijo amado y mis sobrinos lo ven. Cuando partiste a las estrellas aquí se quedó tu amiga, tu amante, tu compañera, tu esposa, tu musa. Y yo solo después con los años pensaba que ella se quedó aquí, para terminar de criarnos porque estábamos a medias. Doy gracias porque pudo quedarse, de lo contrario no creo haber pasado la prueba.


Te ví en ese patio e inmediatamente reaccioné con felicidad. Corrí. Pero no estabas. Mi desconcierto fue tal que eso solo lo comprendería con el correr de mi vida que ha sido y es, una vida en conexión con lo desconocido, con lo  inexplicable, con el misterio, con la magia. Bendita magia. Esa me la dejaste de herencia y aún con algunas de tus cosas, eso es lo que haré. Magia...te he buscado y te he encontrado. He conservado 40 años tus instrrumentos, tus escritos, tus recortes, tus historias, tus cositas de magia que nos hacías y que hoy, ya no las necesito porque ya sé hacerla sin necesidad de nada distinto que mi fe. Te creo. Te creo. Te creo padre. La magia existe y solo por ella hemos logrado vivir y sobrevivir y ser quienes somos. Sé que nos ves y que donde estás hoy también estas celebrando. Ya no tengo dolor. Este dolor no es mío...y entrego con amor lo que me heredaste para que las futuras generaciones conserven la historia. Porque es muy valiosa. Para mí lo ha sido y le ha dado sentido a mi vida.



Postdata:  Esta tarjeta en 40 años nunca la había encontrado. Y he revisado cientos de veces lo que tengo de ti. Sé que tuvo que venir de las estrellas...porque de dónde más. Otra vez lo hiciste, magia. Tú y tus pilatunas, una de tus palabras favoritas. Puedo verte reir en este preciso momento. GRACIAS.

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Foto del escritorMartha Elena Llano Serna


Que el mundo está en paz. Que la brisa es tibia y que el cielo azul y permanente. Que todos tenemos algo por comer. Que ese momento en el que ves golpear a ese perro callejero jamás existió. Que ninguna mujer ha sido maltratada. Que ningún hombre tampoco. Menos algún niño. Que la muerte es natural y que cada uno tiene una relación recíproca con su Dios. Con la fuente de su energía. No hay pecado ni castigo. No hay dolor ni maldad. No hay tiempo ni espacio. Solo la eternidad permanenete de nuestra energía fluyendo hacia el Universo y desde el Universo hacia nosotros. Imagina.


Puedo hacerlo y es muy placentero. Es momentáneo y muy fugaz. Pero hallo esa paz en mi interior. No hay dinero que compre este instante. No hay salud que se compare con ese sentimiento de poder teclear sin sentirme tan viva cuando mi propia mano me exige parar. Casi dos meses sin hacerlo por la necesidad de sanarla. Pero ella insiste en que esa sensación de hormigueo es el recuerdo de que he vivido. De que puedo imaginarme lo que quiera pero que soy mortal y humana y estamos aquí en este aprendizaje maravilloso de reconocernos y vernos en los otros. De verme en un paisaje y querer fundirme con él. De recordar el mar en Gaia y siempre querer volver. De ver la lluvia y sentir que son las lágrimas de mi planeta. De verse elevar a los árboles de este bosque hacia el cielo y reconocer que sí con las antenas de este diminuto ser al que llamamos Tierra.


Imagina que no hay fronteras. Que ese gran invento que solo nos cierra las posibilidades no existe y que podemos movernos libremente por esta Tierra. Es nuestro patrimonio. Toda ella. Somos humanos de este presente y el misterio de la vida no se nos ha revelado como pensamos. Nadie sabe en realidad cómo es esto. Pensamos, divagamos, creemos, nos aferramos a algo que nos de una explicación, pero no podemos lograrlo. Hay algo allí más grande que todo. Que nosotros, que este poderoso cerebro con el que podemos hacer magia y por alguna increíble razón no se nos es revelado todo. No tendría sentido una vida sabiéndolo todo. La sorpresa y la incertidumbre hacen parte de este delicioso viaje. No siempre lo es, pero hay que tratar de que aún en las peores situaciones así lo sea. Porque vivimos con un miedo permanente que no nos abandona nunca. Y entonces aprendemos técnicas que nos ayudan a olvidar.


Pero olvidar no es tan simple. El mundo no es ese que imaginamos. Él tiene vida propia. Sus propias experiencias. Sus propios deseos y lo que él también imagina. Son conexiones energéticas. Energía. Electricidad simple moviéndose de un lado a otro. Caos y orden. Calma y serenidad. Cuando de repente una gran guerra nos toma por sorpresa. La esperábamos. Pero no así. Es un nudo. Un pendiente del mundo por sanar. Un dialogo no terminado. Acuerdos no hechos. Silencios de las partes. Y así tampoco es. Solo el dialogo entre especies, interespecies, entre los inventos de paises que hemos hecho, es lo que puede continuamente garantizar la armonía. Es un reto. Porque para todo se necesita de las partes. De parte y parte. La reciprocidad empieza con uno pero se necesitan dos cuando toca a dos, a tres, a cuatro, a todos. Es preciso y precioso que así sea. Desde que lo hago me siento en paz. Ya no solo lo imagino. Dejo que esa sensación recorra mi cuerpo y procuro soltar las interrupciones que existan. Hay como en todo sistema puntos de cortocircuito que desde hace días procuro tocar, mover, aislar y dejar ser. Todo vuelve a su curso.


Imagina que el mundo está en paz contigo. Que lo estás con él. Que no hay pendientes. De ninguna parte. Que lo dicho, dicho está y que cada uno asume con gran responsabilidad lo hecho. Solo tenemos el presente. Este en el que puedo imaginar mi mundo en paz. Una decisión cambió mi permanencia en él y ahora la acepto y agradezco a quienes me han retado para crecer y ser quién soy. Soy ésta. Imperfecta y perfecta a la vez. En paz y en caos. En serenidad y también con turbulencias internas que me garantizan apasionadamente escribir cada día sin que muchas veces deje ir al viento mis palabras. Solo las lanzo desde mi corazón al mundo que habito y sigo. Imagina... El placer de tener un cerebro como el nuestro es eso. Poder imaginar y creer y hacerlo.

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Nada más y nada menos. Fácil decirlo. Exigente la representación, pero sólo posible porque lo imaginamos. Porque un día hace siete años con un mapa colgado sobre el comedor de nuestra hermosa Rosa de los Vientos, decretamos, "vamos al fin del mundo". Vamos a Ushuaia, vamos al Perito Moreno, vamos a esas Torres, vamos a ese frío tan arrecho...y sí ciertamente lo logramos. Porque es confirmado, si poseemos como las mariposas, células imaginativas, y nos soñamos y nos transformamos y nos vemos yendo y visitando este vasto mundo que habitamos. Lo logramos.

La parte que no me imaginé es que esta Patagonia me iba a atrapar. Me agarró y ahora la tusa que siento es pero de esas ¨tremebundas¨ que le dan a uno antes de partir de una relación o que lo botan. Eso de no llores por mi Argentina puede ser verdad, pero no al revés. Qué poder hay en estas tierras de Gardel. Qué seres tan valientes y maravillosos los que vi por doquier. Ver esta tierra Patagónica, entre Chile y Argentina, me dejaron con un tatuaje natural que me llevo aquí plasmado en mis recuerdos, en mis escritos y en mis fotos. Así la vi. Serena, pacífica aún en medio de su propio caos, armónica inclusive con todos sus movimientos abruptos. Esta Latinoamérica parece no salir de sus maremagnum de situaciones conflictivas, y aún así tiene un encanto increíble. Atrapador.

Nada más y nada menos, eso, atrapador. Este viaje no solo nos llevó al fin del mundo. A mí me llevó al centro de mi corazón. Aprendí tantas cosas...me reconocí en tantas otras, sentí mi verdadera esencia y la de mis ancestros. Reconocí lo aventurera que soy y puedo ser. Lo liviana también que puedo llegar a moverme por el mundo, lo diminutos que somos, lo conectados que podemos estar con quienes amamos inclusive sin verlos, hablarles o sentirlos. Porque somos más que eso. Somos nuestra conciencia y nuestras células viajan antes que nosotros y los "dejavus" existen porque ellas son altamente inteligentes y tienen memoria. Son ellas, y por supuesto nosotros quienes vamos primero a los lugares con el corazón y entonces así cuando llegamos a una esquina cualquiera, uno debe mirar a todos lados, porque ese iceberg, ese árbol, esa Luna, esa piedra, ese Cóndor, ya lo había visto, ahí mismo, justo ahí.

La vida es la maravilla que decidimos hacer de ella. Podemos verla, podemos tocarla, podemos escucharla en las poderosas melodías que hay en ellas como en el Claro de Luna con el que Rufina viajó a las estrellas, como este preludio en D menor de Bach o como esta melodía Biomes de Heather. Somos la melodía del universo. Somos la fuerza de la vida contenida en un mismo cuerpo, un mismo espíritu, varias almas, varios cuerpos, múltiples formas. Así lo creo. Firmemente. La energía se transforma y las células imaginativas que dicen poseer las mariposas también son parte de mí, de ti, de todos. Son parte de algunos seres que tienen que transformarse y para lo que se requiere mucha energía. No soy la misma que partí hace meses. Soy otra, soy ésta. En mis recuerdos hay nuevas historias, un recorrido de más de 8 mil kilómetros no puede pasar en vano por la vida de nadie. Más de 1600 kilómetros caminando con mi gran compañera Ori solo puede reflejarse en nuestro interior y en el cansancio de ambas algunas noches en donde nos mirábamos y yo me preguntaba, ¿si se acaba el camino? y ella me miraba con su carita hermosa y me respondía, ¨se hace camino al andar¨. Así es que nos falta mucho...

Un viaje al fin del mundo, al centro de mi corazón, arriba y abajo de mi alma, a esa esquina blanca en donde me senté a verte mundo, para implorarte que sanaras, que cambiaras, que tus frecuencias se elevaran más allá de las estrellas para que toda esta conciencia colectiva fuera otra. Fuera una distinta. Porque nos está matando lo que pensamos, lo que comemos, lo que decimos. Y somos más. Y también somos más. Y pude verte en la soledad sin otros humanos, aunque con la compañía de semejante gran ser que vino a recorrer conmigo caminos y senderos patagónicos y fue así como escuché el sonido de la Tierra, tus latidos, tu respiración, tus lamentos, tus risas también. Sos un ser muy poderoso, estás en todo. Tu fuerza y tu carácter es apenas comparable con el del Universo del que sos hija. Esos glaciares son tan únicos, qué capacidad de resiliencia la que vi por todas partes. Somos hermanos, países hermanos y cercanos que compartimos tantas cosas. Un mismo territorio que se funde en la eternidad de mi memoria. Un recorrido sobre ti y hacia adentro de mí. Me has transformado. Te he visto. Ahora sé quien te habita. Ahora estoy en ti. Y estarás eternamente en mi. En nosotros. GRACIAS a vos y a mis compañeros de aventura, Nikky, Nico y Ori. Sin ellos este sueño no hubiera sido posible así como fue. Un viaje simple al final del mundo que transformó mi corazón.

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