Que ya no sé si mi barca viene o va. Pero me encomiendo a ti. Sin miedo. Allá en las estrellas. Aquí en los árboles. En el aire que respiro y en el mar que soy y que seré. Me temblaba el cuerpo ayer. Porque hay pasos que por más certeros que sean, cuestan. Como cuando aprendemos a caminar. Ese instante. Ese único instante que todos compartimos. Ese en el que tus padres te sostienen fuertemente y no se sabe quién tiene más susto, si ellos o uno. Así fue. Fue lanzarme al vacío con la única certeza de que caería. Pero no sabía más...
Ha corrido tanta agua por debajo del puente que hay veces, parece que no hubiera barca, ni puente, ni agua. Solo las estrellas en el firmamento azul y la nada. Y es bellísimo todo. Es un placer flotar en la nada. Porque ella te sostiene igual que la barca, igual que el puente, igual que el agua. Igual que todo. Igual que la mano, que un beso, que un abrazo. Que la sonrisa serena y la mirada furtiva.
Ya no sé si mi barca viene o va. Ya decidí que da igual. Que igual sé que llegaremos. Que llegaré. Que estaré siempre puntual en los lugares precisos y en el momento adecuado. Sin afán. Sin prisa. Pero con pausa. Porque la fluidez de nuestras vidas debe ser total. Somos cosmos y el cosmos tiene un orden preciso. Una sincronía única que no permite empujones ni empellones. Es como tiene que ser y será. Y no hay Santa Lucía, ni nada de nada. Es la soltura la que nos encarrila en ese camino que es nuestro. He vivido. Intensamente. He soñado y alcanzado. He querido y fracasado. He amado y perdido. He ganado y he muerto una y otra vez. Una vez más que todas. Porque me salvó la campana.
Ha corrido tanta agua por debajo del puente que hay veces que siento que llegó mi hora. Pero no llegó. Y entonces miro a mi alrededor y decido con toda mi alma hacer todo lo que me falta. Lo que no ha corrido aún sobre el puente y en ninguna agua. Cómo estrenar barca. Como hacerte a la mar otra vez después de que una tormenta te voltió. Y no hay que temer. Somos capitanes de nuestra vida y es un placer subirnos a navegar nuestra vida con la certeza de que los dioses y los demonios también nos encontrarán en el camino para acompañarnos. Y los unos nos protegerán y los otros nos harán fuertes y nos enseñarán cómo coger esas olas crestudas y peludas que nos harán erizar la piel, pero que al final, pasaremos victoriosos dejando atrás una estela brillante y luminosa sobre el mar.
Me encomiendo a ti. A ustedes. Seres visibles e invisibles. De las estrellas. De estas partes y de otras partes. Que aquí estamos y estaremos. Que la gratitud por lo vivido y recibido es enorme. Que cada paso que he dado, siempre he sentido su presencia. De ti particularmente. Porque sé que estás allí sentado y desvelado desde entonces, tratando de no dejarme equivocar. En cada señal, cada símbolo, cada decisión, en cada instante preciso, estás. Y te siento. Y aunque te vas, te quedas. Y aunque te quedas te vas...como ayer. Cuando me tomaste de la mano y mi piel se erizó porque donde habitas ya no hay piel. Y yo ponía la piel por los dos. Entonces sentí por tí y por mi.
Ha corrido tanta agua por debajo del puente que muchas veces éste quedó en ruinas. Muchas veces fui yo. Hace poco me inventé mi propia barca de papel, inventé mi puente y me hice a la mar otra vez. Y donde no ví mar pude contigo dibujar uno y cruzar al otro lado. Y donde no habían sino rocas y arenas, pusimos ese puente que me enseñaste de niña. Y encontré el camino. Encontré ése velero que recuerdo tanto. Ese en el que me decías adiós y yo sentía que se me iba el mundo. Y en verdad se me iba.
Un pedacito de mí hizo click ayer. Como si me estuvieran encajando desde adentro el alma. Dolió. Pa´ qué. Y la semana pasada también.´Tú tierra, para mí, no tienes precio, ni tú agua, ni tu árbol, ni tú mar. Son invaluables. Son la vida del futuro. Y sentía traicionarlos. Hasta que entendí que llegaban otros amorosos seres a relevarme un poco. A compartir conmigo dos sueños que tuve desde niña. Dos amorosos lugares cargados de historia. De emociones. De amor puro y verdadero.
Entregar un pedacito de la antorcha no ha sido fácil. De fiebre pa´arriba. De revolcarme en cama durante dos días sola y sin comer hasta que mi espíritu me hizo comprender y solté. Cedió. Y quedé flotando en la nada. Incomprensible desde el mundo humano. Pero real desde mi vivencia como experiencia en este planeta. Fui al cosmos y volví. Floté. Y la quietud fue hermosa. Todo es tan poderoso. Las fuerzas del universo son tales que somos el todo y la nada. Somos el universo y ese agujero negro por donde fui sin resistencia para sentir qué es lo que somos de verdad. Y me tomaste de la mano. Y fui. Y pude ver mi exterior y exterior...no somos nada más que amor...una luz blanca y tan poderosa que cada mañana me hace estallar una bomba de paz con mi mente para que se irradie a todos los confines de este mundo.
El resto, el resto es un invento nuestro.
Ha corrido tanta agua por debajo del puente, que soy otra.
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